Mendoza sigue vibrando. Lo que se vivió en la noche del sábado 30 de agosto en el Bautista Gargantini no fue solo un partido de fútbol, fue una prueba de carácter, una muestra de amor propio que quedará en el recuerdo de cada hincha. Independiente Rivadavia, con un hombre menos durante casi media hora, se hizo gigante y derrotó 2 a 1 a un durísimo Argentinos Juniors por la séptima fecha del Torneo Betano.
La «Catedral» fue una verdadera caldera desde el inicio, y el equipo de Alfredo Berti respondió a ese aliento. Apenas a los 5 minutos, el goleador Fabrizio Sartori desató la primera locura al empujar la pelota a la red tras un rebote. Aunque la alegría fue breve por el empate de Hernán López Muñoz para el «Bicho», la Lepra demostró que iba por todo. A los 17′, Matías Fernández se vistió de Usain Bolt, corrió casi 50 metros y definió con maestría para poner el 2-1 que sería definitivo.
El momento clave de la noche llegó en el segundo tiempo con la expulsión de Leonard Costa, que dejó al equipo con diez hombres y un panorama cuesta arriba. Lejos de caerse, el equipo se unió en un pacto de acero. Cada jugador se multiplicó, la defensa se volvió una muralla impasable y el arquero Ezequiel Centurión se agigantó bajo los tres palos.
El aliento que bajaba de las tribunas fue el jugador número 11. La gente jugó su partido, empujando al equipo en cada pelota dividida y transformando el estadio en una fortaleza. El pitazo final desató un festejo conmovedor, de esos que valen más que tres puntos: fue el premio a la entrega, al corazón y a la unión de un equipo que le regaló a su gente una noche verdaderamente épica.